Albert
Camus no necesita presentación. Su pieza de teatro “Los Justos”,
representada por primera vez en París en 1949, se presenta sin mi
ayuda, como sigue:
Kaliayev Desde
hace un año, no pienso en otra cosa. Por este momento he vivido
hasta ahora. Y ahora sé que quisiera morir allí mismo, al lado del
gran duque. Perder mi sangre hasta la última gota, o arder de una
sola vez, en la llama de la explosión, y no dejar nada tras de mí.
¿Comprendes por qué he pedido arrojar la bomba? Morir por la causa
es la única manera de estar a su altura. Es la justificación.
Dora Yo
también deseo esa muerte.
Kaliayev Sí,
es una felicidad envidiable. Por la noche, a veces me agito en mi
jergón de buhonero. Un pensamiento me atormenta: nos han convertido
en asesinos. Pero pienso al mismo tiempo que voy a morir, y entonces
mi corazón se apacigua. Sonrío, ¿sabes?, y me duermo como un niño.
Dora Está
bien así, Yanek. Matar y morir. Pero en mi opinión, hay una
felicidad todavía mayor. (Pausa. Kaliayev la mira.
Ella baja los ojos.) El cadalso.
Kaliayev (febrilmente):
Lo he pensado. Morir en el momento del atentado deja algo inconcluso.
Entre el atentado y el cadalso, en cambio, hay toda una eternidad, la
única posible quizá para el hombre.
Dora (con
voz apremiante, cogiéndole las manos) Ese pensamiento debe
ayudarte. Pagamos más de lo que debemos.
Kaliayev ¿Qué
quieres decir?
Dora Nos
vemos obligados a matar, ¿verdad? ¿Sacrificamos deliberadamente una
vida, una sola?
Kaliayev Sí.
Dora Pero
ir hacia el atentado y luego hacia el cadalso, es dar dos veces la
vida. Pagamos más de lo que debemos.
Kaliayev: Sí,
es morir dos veces. Gracias, Dora. Nadie puede reprocharnos nada.
Ahora estoy seguro de mí. (Silencio.) ¿Qué te pasa, Dora?
¿No dices nada?
Aquí
dejamos el diálogo más conmovedor y complejo de la obra. Kaliayev
“el Poeta”, quizás el protagonista de esta pieza, y Dora, la
única mujer revolucionaria que se desliza por sus páginas, se
justifican, se apoyan: lo que vamos a hacer está bien y es
necesario, se repiten. Y el juego dialéctico nos envuelve y nos hace
preguntarnos: ¿Son, de hecho, los justos?
Camus
sitúa la obra en la Rusia revolucionaria de 1905, en una habitación
que se convertirá en cárcel. Un grupo de miembros de la
Organización preparan un
atentado contra el gran Duque Sergio, para liberar al pueblo Ruso de
la dominación de los poderosos, de la esclavitud.
¿Es
legítimo el asesinato? ¿Qué ocurre con los daños colaterales? ¿Y
si esos daños colaterales significan la muerte de inocentes? ¿Se
puede vivir con el peso del atentado? ¿O sólo se puede morir con
él? Tendremos que pensar si el fin justifica los medios, tendremos
que reflexionar sobre el valor de la vida y de la muerte.
¿Y
las consecuencias...? Aquí un indicio:
Kaliayev (estallando):
Mi persona está por encima de usted y de sus amos. Usted puede
matarme, no juzgarme. Sé a dónde quiere llegar. Busca un punto
débil y espera de mí una actitud avergonzada, lágrimas y
arrepentimiento. No conseguirá nada. Lo que yo soy no le concierne.
Lo que le concierne es nuestro odio, el mío y el de mis hermanos.
Está a su servicio.
Skuratov ¿El
odio? Otra idea. Lo que no es una idea es el crimen. Y sus
consecuencias, naturalmente. Quiero decir, el arrepentimiento y el
castigo. Ahí estamos en la realidad. Por eso me hice policía. Para
estar en el centro de las cosas. Pero a usted no le gustan las
confidencias. (Una pausa, se acerca lentamente a él.) Todo lo
que quería decirle es esto: no debería usted fingir que ha olvidado
la cabeza del gran duque. Si la tuviera en cuenta, la idea ya no le
serviría de nada. Se sentiría avergonzado, por ejemplo, en lugar de
enorgullecerse de lo que ha hecho. Y a partir del momento en que
sienta vergüenza, deseará usted vivir para reparar. Lo más
importante es que usted se decida a vivir.
¿Y
por qué amamos a Kaliayev? Porque dice cosas cómo esta:
“¿Por
qué no? Siempre tienes tristes los ojos, Dora. Hay que ser alegre,
hay que ser orgullosa. La belleza existe, la alegría existe.”
Suena
a amor, si aún cabe en sus vidas. Como esta:
“Entré
en la revolución porque amo la vida”
Cómo
no enamorarse, ¿verdad?
Frente
a la figura del revolucionario y poeta, Camus nos ofrece a un Stepan
tan desgarrado por la cárcel como su espalda por los latigazos, que
necesita la disciplina, que quiere morir matando, que se siente
justificado para siempre después de lo que ha sufrido... Pero que
aún tiene fuerzas para afirmar con firmeza:
“La
libertad también es una cárcel mientras haya un sólo hombre
esclavizado en la tierra. Yo era libre y no dejaba de pensar en Rusia
y en sus esclavos”
Y
es que, en el fondo, Stepan no detesta al poeta, no desconfía de él
como pretende mostrar, Stepan le envidia.
¿Entonces
son terroristas o héroes? ¿Entonces somos Stepan o Kaliayev?