El deseo hecho culpa por lo prohibido, descripciones
maravillosas de elementos enlazados inesperadamente que te llevan de la
angustia a la atracción, al quiero y no puedo de lo imposible que se hace
verbo.
Él la veía lejos, apoyada en la pared de aluminio, sentía que
ya no era de él, y sin embargo, ya tan triste, sin su alegría fugada tras los
globos de colores de la farmacia, se sentía en su tristeza alegre.
Alegría incomparable a la otra que pudo un momento ver
completa; alegría ésta, de estos nuevos minutos, inmensa, inabarcable por
enorme e invisible por verlo todo a través, alegría transparente que además de
no vérsela hacía que las cosas tampoco se vieran por claras y así, dada la vuelta,
se volvía a contemplar un segundo hasta que él mismo, atravesado por su
alegría, también desaparecía y quedaba solo: lo triste, lo triste que en aquellos
momentos transhumanos lo empañaba todo de una infinita, ligeramente gris, ligeramente
azulada, alegría.
Max Aub, sus cuatro nacionalidades de equipaje, juega con el castellano –lengua que decide
adoptar, como quien adopta una patria- y construye en Geografía un viaje maravilloso y ambiguo por el mundo, desde una
ventana, las manos entrelazadas; por el atlas, a través de unas cartas enviadas
desde un barco, capricho del mar.
Puro extrañamiento, el relato, pura desautomatización del
lenguaje, plagado de figuras retóricas: metáforas, metonimias, deliciosas enumeraciones,
oxímoros… Esta manera de refundar el
lenguaje tal vez solo fue posible porque el castellano no era su lengua
materna, de manera que utilizaba las palabras como si fueran un juguete
prestado al que hay que tratar con mimo, como si fuera un cuento extranjero que
hay que escuchar con tanta atención para entender cada detalle…
Se cuela una nota del autor para el autor, que en realidad
es para nosotros:
(Dar la sensación de lluvia sin nombrarla, hacer que destilen
las frases la humedad que resbala triste, lenta, sobre el hierro de las verjas
del puerto, que el lector se sienta ir infiltrando por porosidad la niebla del
agua lenta, que el gris se desprenda de las palabras, sin que reluzcan en las
páginas: ni lluvia, ni agua, ni gris, ni triste. […])
¿Queréis saber qué es amor?
“Soy tu-yo – le decía
en la semioscuridad de su lenguaje de tono menor – tu-yo, eres tú dentro de mí
y soy yo, tú en mis acciones”. Y había una pausa. Luego: “Un espejo no, tú
misma: tú-yo”. Quedaban escalofriados por las palabras no comprendidas, largo
rato, uno junto al otro, pegados en largo beso de sus cuerpos.